viernes, 22 de enero de 2016

Cadena de trastadas infantiles

Aunque hace mucho que no vengo por aquí, estos días apenas tengo nada que hacer (acabé exámenes y no empiezo las clases hasta la semana que viene) así que me he puesto a leer las últimas entradas de los blogs que  sigo y me he topado con una que me ha hecho mucha gracia. Se titula Cadena de trastadas infantiles, del blog Soñar es gratis (http://diariolavida.blogspot.com.es/). El título creo que lo dice todo, así que aquí os cuento algunas de mis mayores trastadas de pequeña.

En fin, siendo la del medio tenía que llamar la atención para que me hicieran caso, así que mi lista de trastadas es interminable (aunque según mi madre desde que nací era así de bicho). 
Yo era de esas pobres niñas a las que llevaban atadas con correa porque sino me escapaba corriendo y claro, mi madre con el carricoche de mi hermana recién nacida y mi hermano al otro lado, pues poco podía hacer aparte de llevarme bien atada. Aun así era capaz de liarla; me tiraba al suelo cuando me enfada y prácticamente me tenían que llevar a rastras con la correa (suena muy cruel, pero no estoy traumatizada así que no sería para tanto). Por si eso no fuera suficiente espectáculo, me ponía a chillar como una loca, gritaba y lloraba hasta quedar sin voz. Imaginaos el numerito, en el centro de la ciudad una mujer con un bebé, un niño de unos 7 años con cara de no haber roto un plato y yo, la niña del exorcista.

No recuerdo haberles hecho grandes trastadas a mis hermanos, les mangoneaba un poco y me gustaba ser el centro de atención, pero no me portaba demasiado mal con ellos. En el colegio era bastante buena, solo se quejaban de que no callaba, pero en infantil tenía una amiga todavía peor que yo y claro, de vez en cuando nos llevamos alguna bronca. La que mejor recuerdo es cuando mi amiga decidió que sería gracioso quitarle la toca (lo que cubre la cabeza de las religiosas) a nuestra profe, que era una monja suuuper buena y cariñosa. Nos compinchamos para hacerlo, pero era ella quién se la iba a quitar, yo no me atrevía. No recuerdo como fue el plan pero sí el momento en que se la quitó por la espalda y la pobre mujer se llevó las manos a la cabeza mientras todos nos echábamos a reír. No se por qué pero acabé igual que mi amiga, mirando para una esquina de la clase durante horas mientras los demás jugaban (teníamos 5 años, todo hay que decirlo jajaja).

Entre las trastadas, sus respectivas reprimendas y los golpes que me llevé de pequeña (era un imán para las esquinas, los picos de mesas, puertas, etc y además debía creer que tenía alas, porque uno de mis hobbies era tirarme desde sitios altos, como de la cuna de mi hermana) no me extraña que haya acabado así, tan tranquila, con mil cicatrices y vértigo.